CABO DE HORNOS – PUERTO MAXWELL

 

PUERTO MAXWELL. ARCHIPIELAGO HERMITE. CHILE

El 3 de febrero de 2009, nuestro tercer día de navegación,  partimos rumbo a Puerto Maxwell, en el archipiélago Hermite.         Temprano en la mañana, como en los otros días,  Popoff puso su laptop a trabajar. Recibía por satélite información del tiempo lo que permitía ajustar la navegación de acuerdo con las condiciones del mismo. Afortunadamente durante todo nuestro crucero tuvimos “buen tiempo” relativo a esa zona.

Nos desamarramos a las 08:10  y tomamos un rumbo 121° por 56 minutos. A lo lejos se perfilaba la isla Nueva. Luego cambiamos  a 180° (derecho al sur) por los siguientes 55 minutos.  La isla Nueva la dejamos a la cuadra a babor y entrabamos al Paso Goren  donde cambiamos al 220° (Sur Oeste).  Íbamos entre la isla Navarino al Oeste y la isla Lenox al Este.  Nos movíamos con motor y la mayor.  Cielos nublados, vientos calmos, buena visibilidad, temperatura 9.5° Celsius. 

Pasamos a la cuadra del Islote medio  y a lo lejos divisamos la isla Terhalten. Nos estábamos acercando a la Bahía Nassau. Esta es una enorme bahía al sur de la Isla Navarino. Completamente abierta al Oeste de donde normalmente viene el mal tiempo. Al borde sur de la bahía esta el archipiélago Wollaston y más al sur el archipiélago Hermite donde se encuentra la isla Hornos famosa por su cabo ubicado al fin del mundo y su clima tormentoso.

 Al salir del Paso Goren debíamos cruzar la Bahía Nassau lo que significaba navegar 17 millas al descubierto.  Yo había estudiado las condiciones de navegación de la zona y temía que esta pierna iba a ser difícil de navegar.  Pero mantuve mi boca callada para no alarmar a la tripulación. Y ocurrió lo impensable.

A medida que nos internábamos en esta bahía el viento, que era apenas una briza,  comenzó a amainar. Tanto que tuvimos que poner motor. Y así ocurrió que atravesamos esta bahía con las velas de fierro, el total de las 17 millas.  Algunos rollers comenzaron a llegar pero pequeños. Todos nos mirábamos un poco desconcertados pues esperábamos mas aventura. La bahía era una taza de leche, de un color gris claro, reflejando el nublado del cielo, brillante, silenciosa. 

A medio día nuestro capitán bajó a la cabina y calentó lentejas las que sirvió con un suculento  pedazo de longaniza bien humeante y pan. No nos habíamos dado cuenta de esta maniobra de manera que fue una agradable sorpresa cuando el primer plato apareció desde la obscuridad de la cabina al cockpit. Un regalo de los dioses para una tripulación  muerta de frio y hambrienta.  

 Al poco rato llegó un cardumen de delfines, anunciándose en la lejanía con sus saltos y piruetas como payasos del mar. Nos acompañaron por largo rato lo que nos permitió tomar múltiples fotos.  Rompieron la monotonía y pusieron sonrisas en nuestros rostros. Y se fueron como llegaron: saltando, corriendo haciendo piruetas.  También vimos una ballena Minke a una cierta distancia.

Nos dejaron con las primeras vistas de los albatros,  que se mecían en el agua como si estuvieran durmiendo. Solo se echaban a volar cuando la proa de nuestra embarcación estaba a pocos metros.  Daban unas vueltas y se volvían a acurrucar en el agua. Los petreles gigantes giraban alrededor.  Pero en general no se veían muchos pájaros.  Tomamos muchas fotos. Las de Daniel son espectaculares pues muestran a los albatros en todas sus poses: flotando en el agua, saliendo de ella, volando, aterrizando. Gran espectáculo pues son aves gigantescas. Seguimos viendo albatros,  petreles y otras aves de mar  por el resto de nuestro viaje. No en grandes cantidades y la mayoría al sur del canal Beagle.

Axel sacó hermosas fotos en blanco y negro con una cámara Leica.  Muestran un horizonte de nubes,  las islas del archipiélago Wollanston y  las calmadas aguas de la bahía.  Los contrastes de luz, la línea que perfila las montañas en el horizonte, las tonalidades negras y grises del cielo, tierra y  aguas son notables. Hacía tiempo que no veía fotos en blanco y negro. Me he acostumbrado a la  generosidad de las cámaras digitales que nos permiten tomar innumerables fotos,  siempre en colores en mi caso. Aun cuando mi  cámara Nikon podría tomarlas en blanco y negro nunca lo hago. Curioso.

A las 11:45 pasamos a la cuadra de la Isla Terhalten y Sesambre. En el horizonte comenzábamos a ver los perfiles altos de las montañas de las islas  del archipiélago Wollaston.  Seguimos navegando sin novedad  rumbo a la bahía Gretton.

El archipiélago Wollaston está formado por cuatro islas que figuran en la carta en forma diagonal de noroeste a sureste: Isla Grevy, Isla Bayly, Isla Wollaston e isla Freycinet. La bahía Gretton queda entre las dos primeras.  Llegamos a esa bahía a las 14:45 dejando a babor los islotes Cabo y seguimos por el canal Washington  que separa  la isla Bayly de la Wollaston.  Al salir del canal pude observar directamente al Oeste  la punta del extremo sur de la Península Hardy llamada Falso Cabo de Horno, obviamente por ser confundido con el real. 

Ese canal nos dejó en  el seno Franklin y a la vista de la Isla Maxwell que se ubica en la parte norte de la isla Hermite, separada por un pequeño canal.  Cruzamos ese seno y navegando por el Paso Norte pasamos isla Maxwell a estribor y nos dirigimos a  Puerto Maxwell  ubicado en una pequeña ensenada de al lado Este de la isla Hermite  y al frente de la isla Jerdan.   Echamos el ancla a las 19:45.

El seno Franklin separa el archipiélago Wollaston, que queda al Norte,  del archipiélago Hermite que queda al Sur. Este último archipiélago fue nombrado en homenaje al almirante holandés Jacques L´Hermite que en su viaje de circunnavegación, al frente de la flota Nassau,  allá por los años 1623 -24, hizo el trabajo cartográfico de estas islas las cuales incluyen Hermite, Herschel,  Deceit y Hornos en el extremo Sur y muchas otras islas, islotes, rocas esparcidos alrededor de este archipiélago.  

La maniobra de fondeo en esta zona es especial. La embarcación se fondea con la popa hacia tierra.  El ancla se echa a proa y se recula hacia la costa.  El ancla tiene más de cien metros de cadena.  De cada costado de la embarcación y haciéndose firme en cornamusas de popa se llevan dos líneas  a tierra en un bote de goma a motor, tipo zodiax capaz de llevar hasta 6 personas. Las líneas, cruzadas, se hacen firmes en árboles grandes en la costa. Para ello el Kekilistrion dispone de dos tambores, uno a cada banda, que enrollan más de 200 metros de línea de nylon para hacer firme la embarcación a tierra.  

Toda esta zona es de aguas profundas.  Lo más notable en estas islas son los  kelp o algas que brotan del fondo.  Crecen alrededor de las islas. Para sacar el ancla muchas veces hay que cortar a machetazos el grueso tronco que las sostiene, de casi 3 pulgadas y más de diámetro.   

Esta forma de fondearse es muy importante en estas latitudes debido a las rachas de feroces vientos que vienen del Oeste y bajan por el costado Este de las montañas para caer sobre los canales de aguas aparentemente protegidas. Los primeros que sufrieron estos vientos fueron los descubridores  españoles y exploradores ingleses de estas regiones,  quienes dejaron en sus bitácoras anotado este peligroso fenómeno de vientos que ellos llamaron Williwaw.  Vientos traicioneros que atacaban las velas de un barco sorpresivamente a veces a 100 millas por hora por algunos segundos en los estrechos canales de estas latitudes.  Muchas embarcaciones terminaban con sus aparejos y velas dañados o sobre las rocas destruidas o hundidas.    

Después de todas estas maniobras y de descansar por un rato se hizo una excursión al cerro donde se amarraron las líneas de popa. Yo me quedé en el bote pues estaba sintiendo el hielo en mi cara y no podía arriesgarme a tener un ataque de sinusitis antes de llegar al Cabo.  Este es un problema que vengo sufriendo de juventud y que se me ha agravado con los años.  Cuando me viene un ataque quedo totalmente inutilizado y no podía en esta oportunidad verme afectado pues perdería la oportunidad de cruzar el meridiano del Cabo de Hornos,  visitar la Isla Hornos y seria un  problema para la tripulación.

Las  islas de estos archipiélagos son muy hermosas.  Tienen bosques de lengas y otros árboles de media altura en sus costados orientales y un pasto semi descolorido, amarillento, duro,  de casi un pie de altura, que crece en los costados occidentales. Las rocas están cubiertas de un musgo obscuro. En el lado de los arboles hay arbustos algunos con flores blancas y amarillas y otros que me parecieron que eran canelos. Un señor en Puerto Williams me decía que en esta zona también crecen ñires y coihues pero yo no los pude diferenciar.

Ese día el paraje de Puerto Maxwell y sus alrededores lucían verdaderamente hermosos pues al atardecer estaba claro y con algunos rayos de sol.  El agua como espejo y en ella se reflejaban las islas de los alrededores.  Frente a la proa del barco  se veía la parte oeste de la isla Jerdan, cubiertas por el pasto duro antes mencionado que crecía en forma tupida en sus faldeos rocosos.  En contraste el cerro a nuestras espalda estaba cubierto de lengas, altas, frondosas, verdes.

A la vuelta de esa excursión nos instalamos en la cabina  a escuchar música, preparar la comida, leer, escribir, soñar.  Quizás dormitamos algunos  minutos.  En esta zona geográfica, en febrero, los días son largos. El anochecer se produce más allá de las 22:00. Digo esto porque después de un largo rato escuchamos unas voces en la cercanía de nuestro barco.  Nos sorprendimos cuando, al salir a cubierta  vimos  dos veleros acoderándose al nuestro. Como todavía estaba claro  iniciamos una amable conversación llena de curiosidad acerca de los  orígenes y destino de los veleros y sus tripulaciones. Al calor de unos vinos por supuesto.  Siempre es muy grato ver otros seres humanos en lugares remotos y conocer de sus aventuras y planes.

El más cercano era un velero de 32 pies bautizado con el nombre WATTA (tenia escrito en su lado la palabra Contessa que me imagino era su modelo) no recuerdo donde estaba matriculado. Se veía bien preparado en su superestructura para navegar en estos mares. Estaba tripulado por tres persona, todos entre los 27 y 34 años de edad. Más o menos.  Lo más extraordinario es que el más joven era una chica que nos dijo que era partera. Uno de los jóvenes era enfermero y  el otro parece que era su hermano. Los tres eran suizos y andaban recorriendo el mundo. Hacía más de un año que andaban por el Atlántico.  Había desembarcado por algunos meses en Buenos Aires para trabajar y ahorrar dinero a fin de financiar otra pierna de su crucero alrededor del mundo.  Me dio la impresión que habían hecho algo similar en USA y otros lugares.

 Todos ellos hablaban excelente español e ingles los idiomas que usamos para conversar con ellos. De seguro que también hablaban alemán, francés e italiano.   Cuando zarpamos con rumbo la Isla Hornos nos venían siguiendo y desembarcaron en la Isla una hora después de nosotros. Los vimos por última vez en Puerto Williams cuando pasamos de vuelta por esa ciudad camino a los ventisqueros o glaciares ubicados al Oeste del Canal Beagle, en territorio chileno. Me parece que ellos se iban a quedar en Ushuaia por un tiempo.

 Fue muy grato conversar con ellos y apreciar el plan de vida que se habían fijado en el cual el vivir independientemente, el arriesgarse a hacer cosas extraordinarias, el aprender a valerse por sí mismo, el desarrollar un motor propio,  el tener y ejercer iniciativa, el solucionar problemas en forma creativa eran sus características esenciales.  No dejé de pensar en las relaciones sociales dentro de esa embarcación.  Eso también lo estaban aprendiendo en un ambiente cerrado en el que se compartían penas, alegrías y las tremendas fuerzas de la naturaleza.  Los tres  irradiaban alegría, confianza y deseos de continuar la aventura.  Me impactaron profundamente por su valentía de enfrentar la vida por los cuernos y por estar triunfando en ello.

La otra embarcación, que estaba acoderada a la de los jóvenes suizos era de un ciudadano sueco, retirado hacia un par de años y quien andaba también recorriendo el mundo.  Su velero, NANOQ,  matriculado en Kungsviken,  Suecia, era  de 32 pies y un mástil como el de los suizos.  Nos contó que había trabajado,  por varios años, como ingeniero, en un astillero sueco.  Cuando venía navegando por el atlántico, a la altura de los 40° de latitud Sur, frente a Argentina, se encontró con vientos huracanados que le quebraron el mástil, seguramente los pamperos famosos que vienen de tierra, en esa latitud.  Tuvo que repararlo en el camino en forma provisoria y dirigirse a puerto para poner uno nuevo.

Fue interesante escuchar su historia. Nos dijo que no tenía itinerario. Va viajando dirigido por las circunstancias, lo que le dicen los capitanes de otras embarcaciones que va conociendo en el camino, las conveniencias del tiempo, las necesidades de reparar y abastecer su velero,  sus propias necesidades de descanso, ver a un médico o dentista, recoger y enviar correo, obtener dinero.  Le depositaban todos los meses su pensión en su cuenta corriente en Suecia y el retiraba dinero de una ATM en cualquier banco en el mundo.

Al dia siguiente, cuando zarpamos Isla Hornos, lo dejamos a popa despidiéndose con su brazo en alto. Fue triste dejarlo allí solo. Sin itinerario. No sabía si se iba al Pacífico  y de allí al Norte o al Este en dirección al Africa o a la India. El pronóstico le daba varios días de buen tiempo en Puerto Maxwell   para decidirse. 

El WATA  habia zarpado media hora antes y nos estaba esperando en el canal para seguirnos  al Cabo.