DOBLANDO EL CABO DE HORNOS

DOBLANDO EL CABO DE HORNO

(José Antonio Garnham Mahan)

El 4 de febrero de 2009, aproximadamente a las 11 am, doblé finalmente el famoso Cabo de Horno. Lo hice en un velero de 12 metro desde Ushuaia.  Este crucero comenzó en forma inesperada.  En una cena en casa de un amigo en Washington DC conversando sobre viajes por hacer en un futuro no lejano. A mí se me ocurrió decir  que siempre había soñado con ir al Cabo de Horno, al fin del mundo. Para gran sorpresa mía la señora del dueño de casa me mencionó que su hermana vivía en Ushuaia y que probablemente ella conocía a los capitanes de veleros que hacían esos cruceros.

Las imágenes del Cabo de Hornos y el Estrecho de Magallanes las tenía en mi mente desde niño. La lectura de los libros de don Pancho Coloane,  Enrique Bunster,  y otros autores chilenos y extranjeros que habían escrito sobre esta región contribuyeron a ello. Además últimamente había preparado y presentando un curso titulado “Acerca del Estrecho de Magallanes y el Cabo de Hornos” para estudiantes de la tercera edad en la Universidad del Sur de Florida.  (About the Magellan Strait and the Cape Horn.  Lifelong Learning Academy.  University of South Florida.).

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Este curso de ocho sesiones de una y media hora cada uno lo había presentado tres veces. La preparación de este me hizo leer una variedad de material bibliográfico, revisar cartas náuticas y mapas, ver con detención una cantidad de imágenes. Por otra parte, explorando en el internet, pude acceder a varios artículos y fotos publicados por personas que habían hecho este crucero al Cabo de Hornos, unos en veleros de 12 metros y otros en veleros de 16 a 20 metros, en los cuales describían en detalle esa experiencia extraordinaria.

También había artículos y fotos publicados por personas que habían hecho este viaje en barcos cruceros modernos que hoy se ven por todos lados. Algunos incluían en su itinerario la Antártica y los archipiélagos South Georgia, South Sándwich y Malvinas (Falkland). Estos cruceros ofrecían grandes comodidades, seguridad, rapidez y más radio de acción pero definitivamente esa experiencia en mi imaginación no se podía comparar con la de un velero de 12 metros. 

Todo  lo anterior había ido formando un profundo deseo de ir al Cabo de Hornos. Estaba en mi lista de hacer cosas antes de pasar al otro mundo, (la famous bucket list) entre ellas ir a la Antártica y los archipiélagos antes mencionados del Atlántico sur, navegar el rio Amazonas desde Belém do Pará en Brasil a Iquitos en Perú; subir en tren a La Paz (Bolivia) desde Arica (Chile) y bajar por Cochabamba a Antofagasta; visitar las ciudades Machu Pichu y Cuzco en Perú, volar a la isla Juan Fernández en busca de Robinson Crusoe y a la isla de Pascua para recorrer los enormes e intrigantes moai. Solo faltaba tener dinero y tiempo.  Afortunadamente, con los años, se dieron las circunstancias y pude hacer el viaje que les estoy contando. Los otros estan todavia en el tintero.

Como porteño, habiendo nacido en el Cerro Alegre, hace setenta años, he leído bastante sobre la historia de Valparaíso y escuchado anécdotas sobre su desarrollo e intimidades en mi familia.  La cantidad de apellidos ingleses, alemanes, franceses, italianos y de otras nacionalidades que existen en el “puerto” nos recuerdan que nuestros antepasados llegaron por las rutas del Estrecho o doblando el Cabo de Hornos.

Valparaíso era el puerto de recalada casi obligatoria de los exploradores españoles del siglo 16 y de los exploradores geográficos y científicos del siglo 18 y 19. Los veleros mercantes, que venían de Inglaterra, Europa y USA con las manufacturas de la revolución industrial para venderlos en las costas americanas del Pacífico y el Oriente, hacían una parada casi obligada en Valparaíso después de las vicisitudes del Cabo de Horno.  Los balleneros de USA y otros países se abastecían en el puerto.   Las armadas de USA e Inglaterra usaban Valparaíso como base de operaciones en diversos periodos para proteger sus intereses estratégicos y comerciales.  Hay muchas fotos del Valparaíso del siglo 19 y comienzos del 20 mostrando una gran cantidad de veleros en su bahía.

Valparaíso era el puerto para descansar después de la odisea náutica del Cabo de Horno. Era el puerto ideal para abastecerse de agua y alimentos, hacer reparaciones, comprar repuestos,  maderas, velas.  Muchos de los que tripulaban estas embarcaciones se quedaron en el puerto formando una nueva familia cuyos apellidos europeos perduran hasta hoy. Muchos chilenos se embarcaron, para probar suerte en otras partes del mundo, especialmente durante el periodo de la fiebre del oro en California. Los europeos tenían bancos, agencias importadoras y exportadoras y otras empresas de servicios en Valparaíso. Sus representaciones consulares atendían  las necesidades legales y comerciales de los que llegaban y de los que se habían afincado en el puerto. Más de una vez fue requerida la mano dura de la justicia para resolver y castigar crímenes cometidos durante esas travesías o en el mismo puerto.  Pero creo que es tiempo de volver a la narrativa de este artículo.

De vuelta a Sarasota, Florida, donde vivo actualmente, llamé a Ushuaia llamé a la hermana de nuestra amiga e hice los primeros contactos. En el ínterin un colega de la Universidad, en Sarasota, me indicó su deseo de acompañarme en esta aventura. Mi esposa, americana, de tierra adentro, me dijo que ni loca lo haría. La misma actitud tuvo la esposa de mi colega. Cobardes.

Como teníamos varios meses para decidir sobre este crucero  aproveché para leer ampliamente sobre el mismo. En Fort Lauderdale compré cartas náuticas. Pilot Charts y guías de navegación.  El internet me proporcionó una gran cantidad de información adicional. Como yo había tomado la firme decisión de ir de todas maneras comencé a comprar ropas y aperos. Y hacer mi lista de cosas que debía llevar como remedios, cámara, GPS, baterías, etc. Un periodo de gran excitación que lo disfruté enormemente.