NAVEGANDO LA INTRA COASTAL WATERWAY. DE BELHAVEN A BEAUFORT NORTH CAROLINA

DE BELHAVEN A BEAUFORT NORTH CAROLINA

            13 de noviembre de 1997.  Al otro día a las 08:40 levantamos ancla. El informe del tiempo decía que el día siguiente iba ser peor de manera que decidimos partir hoy día aun cuando estaba lloviendo y había poca visibilidad cuando llegamos a la ICW. En esta parte el rio Pungo es ancho y se une al rio Pamlico después de 10 millas de navegación. El cielo estaba totalmente nublado y los vientos del noroeste corrían a 10 nudos.

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            Cruzamos el rio Pamlico y entramos al Goose Creek donde continuaba la ICW. Hasta ese momento la navegación había sido sin problemas en gran parte porque íbamos avanzando por canales interiores. Pasamos por esta vía el puente de Hobucken y llegamos al Bay River donde desemboca esta parte de la ICW.  Seguimos navegando por este rio hasta llegar al rio Neuse.

             La idea era seguir hasta encontrar el marker llamado Neuse River Junction Light de 4 metros de altura el cual tiene una placa triangular pintada de color rojo en la mitad superior y de color verde en la parte inferior.  Esta es una importante ayuda a la navegación pues señala la entrada el rio Neuse y el canal que se debe preferir.  Al llegar a este marker doblamos a la derecha y comenzamos a remontar este rio. Al final del mismo está la ciudad Bern que se puede visitar por agua cosa que no hicimos en esta oportunidad sino años después por auto.

            El libro de pilotaje en esta zona decía que el rio Neuse y su estuario que se comunica con la gran bahía Pamlico puede tener muy mal tiempo con vientos fuertes y un oleaje encontradoICW MAYO Co peligroso.  Eso fue los que nos pasó apenas entramos a este rio. Aun cuando nuestra embarcación es pesada y puede resistir mal tiempo en estos mares interiores las olas comenzaron a reventar a proa enviando bastante agua en la cubierta al mismo tiempo que avanzaba ladeándose a ambos lados. Al interior de la cabina las cosas volaban. Esto causó pánico en Bárbara y la Roberta Julia se fue a esconder debajo de la manta eléctrica de nuestra cama.

De inmediato decidí volver atrás y encontrar un lugar seguro donde esperar hasta que el mal tiempo se disipara.  Lo encontramos en Hobucken un lugar con un muelle para barcos de pesca con un edificio de ventas de artículos de pesca comercial. Estaba a la orilla occidental de la ICW cerca del puente del mismo nombre, un lugar que habíamos pasado sin prestarle mucha atención en nuestra navegación hacia el rio Neuse.

Llegamos con aguas ya más tranquilas y nos acoderamos al muelle detrás de un gran barco de pesca comercial. Había también varios otros barcos camaroneros que de seguro estaban allí por la misma razón. El muelle era viejo y no muy seguro. Nos amarramos de la mejor forma posible y fuimos al edificio a pedir permiso para pasar la noche ahí. Era una empresa llamada Mayo Company.

Eran las 14:37 y estaba oscuro y seguía cayendo una garúa.  El encargado de ese negocio (Charles) nos autorizó para pasar la noche y nos advirtió que no tenían conexión de electricidad para nuestro tipo de embarcación. Sin embargo, después pudimos conectar un cable eléctrico de varios metros de largo a una conexión eléctrica de 110 volt que estaba por allí cerca en un poste. Solo teníamos una ampolleta en la cabina, pero sirvió para iluminarla y más tarde, cuando oscureció, para echar andar el generador, habilitar todos los sistemas y cargar baterías.

Por un rato caminamos sobre las tablas y tablones del muelle, algunas desclavadas otras retorcidas por la humedad y el sol, todas de un color grisáceo pero ennegrecidas por las lluvias. El muelle se veía sólido lo que se comprobaba por el tamaño de las embarcaciones amarradas a su costado.  Curiosamente no se veía ninguna persona. Muy posiblemente estaban en sus cabinas o en tierra disfrutando de algunas cervecitas.

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                 Como en todo muelle pesquero, se veían por todas partes artículos de pesca dados de baja amontonados en un rincón, escombros, cables viejos, cajas, algunos tambores de petróleo. En otras partes se acumulaban elementos de pesca que estaban a la espera de ser usados en alguna ocasión. Lo curioso es que todos estos elementos me daban, en conjunto, una sensación agradable, de actividad marina, pero también de belleza por la presencia de aquellos pesqueros con sus mástiles y redes, y los grandes brazos que usan para estabilizar la embarcación y o abrir redes de arrastre en altamar. Sensación acompañada con envidia por el supuesto espíritu aventurero de sus tripulaciones que se van lejos de la costa por semanas aguantando mal tiempo, calores y humedades.

                  El edificio era una gran tienda de todo tipo de artículos para la pesca comercial pero también incluía una sección de comida rápida, café, sodas y secciones de ventas de camisetas, gorros y ropa liviana como así mismos artículos de pesca deportiva y otros varios.

           Cuando entramos a la tienda vimos a un grupo de viejos fumando pipas sentados alrededor de una estufa a leña, similar a la que se ve en la foto.  Todos en silencio, casi en forma solemne, quizás soltando alguna palabra de vez en cuando. Todos en blue jeans, dos de los cinco usando suspensores rojos, anchos para sujetarlos en las orillas de la cintura de los pantalones. Todos con gorros y camisas de franelas a cuadros de diversos colores, medios desteñidos, con gruesas camisetas debajo. De seguro eran capitanes o contramaestres o tripulantes esperando el buen tiempo.

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              Era como ver una de las pinturas o poster de Norman Rockwell un pintor americano que describe en sus trabajos escenas típicas de la vida americana.  Si no lo conocen búsquenlo en el internet. Les va a encantar.

               De vuelta en la cabina y a la luz de nuestra única ampolleta de emergencia revisamos las actividades del día. La verdad es que habíamos salido a navegar al rio Neuse con un informe del tiempo que anunciaba solo lluvias ligeras y vientos de 10 nudos del noroeste. Habíamos navegado varias veces en estas circunstancias en la Bahía de Chesapeake y nos sentíamos preparados para hacerlo aquí.

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                       Pero navegamos con precaución observando y escuchando el canal del tiempo y los informes que venían por radio VHF. Lo que no consideramos fue el hecho que el Bay River y el Neuse son muy anchos en esa zona y el viento tiene bastante superficie sin obstáculos para soplar fuerte. En esos momentos arreciaba a 20 nudos del noroeste. Eso fue lo que produjo el oleaje que no esperábamos. Y lo que nos obligó a dar media vuelta y cobijarnos en Hobucken.

ICW MAYO 5                   En seguida comenzamos a revisar y reordenar todas las cosas que habían sido dislocadas en la navegación del día. Había harto que hacer. La Roberta Julia estaba acostada sobre la mesa en la cabina. La pobre se marea en esas circunstancias a lo que se agrega el pánico en que entra. Decidí bajar y revisar la situación en la sala de motores, niveles de aceite, la situación de los filtros transparentes de diésel, el agua de los motores y el goteo en los ejes de las hélices, la posición de las baterías.

                Afuera revisé la situación del ancla, los niveles de agua, los bumpers protectores de los lados de la embarcación y todas las amarras. En el puente revisé el nuevo ecosonda que había instalado en Portsmouth, el armado de la carpa y especialmente la situación de los balones de gas que están hechos firme en un lugar especial del puente. Afortunadamente todo estaba en perfectas condiciones. No necesitábamos poner diésel pues todavía teníamos los estanques llenos quizás un poco sacudidos lo que no es bueno porque estos acumulan una borra que puede obstruir el flujo al motor.  Menos mal que nuestra embarcación tenía tres diferentes grupos de filtro lo que aseguraban una llegada de diésel limpio al motor.

                       Una vez relajados y sentados a la mesa en la cabina puse al día la bitácora y Bárbara escribió la odisea del día en su libro de notas de viaje. Como nuestra cocina era a gas pudimos preparar café y quedarnos por un rato descansando y recuperando el aliento. La Roberta Julia seguía en la mesa estirada en todo su largo. La tuve que empujar suavemente para que nos diera un poco de espacio. Pero no se inmutó ni cambió su posición. Era para la risa verla allí totalmente relajada y con sus ojos a medio abrir.

                  Había sido una experiencia desagradable pero no extremadamente peligrosa. Nos sirvió para recordar que estábamos viajando sin límites de tiempo. Habíamos acordado llegar a Sarasota cuando fuera menester. Ese día era el 13 de noviembre y teníamos bastante tiempo para tratar de llegar a nuestro destino antes de Navidad.  De manera que en el futuro fuimos más precavidos en nuestras decisiones de navegación.

                 En la noche Bárbara preparó lentejas y arroz para la cena. Era el momento de leer y esperar que nos bajara el sueño. La Roberta Julia ya se había instalado en nuestra cama. Todo estaba listo para partir al día siguiente. Solo teníamos que esperar que el informe del tiempo nos diera el visto bueno.

                    Al día siguiente, noviembre 14, partimos rumbo a Beaufort a las 08:17. Tuvimos que remontar el rio Neuse. Estaba nublado, pero no ventoso. Al llegar a la boya “R 4” chequeamos nuevamente el tiempo y después de evaluar nuestras opciones decidimos seguir a Beaufort. Tomamos un rumbo 245°, pasamos “R 6” PA y cambiamos rumbo a 224°. Al poco tiempo pasamos la boya “G 7” y seguimos ese rumbo hasta encontrar la boya “G 1AC” donde, a las 11:00 cambiamos a un rumbo 145° para entrar al riachuelo “Adams Creek” donde continua la ICW.

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                       En la orilla occidental del rio Neuse pasamos varios riachuelos con buenas marinas y hermosos pueblitos, entre ellos Whitaker Creek (un poco antes de llegar a la boya “G7” antes mencionada) y el pueblo llamado Oriental que queda un poco más al sur de la boya “G7”. Ambos pueblos ofrecen buenas marinas y servicios náuticos. El rio Neuse es muy ancho y esos pueblitos no los divisamos cuando los dejamos a nuestro estribor, pero sabíamos que estaban allí para cualquier emergencia.

                      El riachuelo Adams Creek sirvió para construir un canal que desembocara en el riachuelo Core Creek para que uniera el rio Neuse con Beaufort y Morehead City. Una vez en el canal Adams nuestra navegación fue calmada. Dejamos a nuestros lados dos marinas y un puente de 65 pies de elevación por donde pasaba una carretera.  A la altura de la boya “G19” entramos al riachuelo Core Creek que nos llevó a la boya “G34” que separa dos rutas para ir a Beaufort: una que va directamente siguiendo la ruta “Gallant Channel” hacia el sureste y la otra hacia el sur en dirección al estrecho de Beaufort.

                     Desafortunadamente, al llegar a la boya “R 34” antes mencionada me confundí con la variedad de boyas y canales que se presentaban enfrente de mí y seguí navegando a no más de 3 nudos en un canal que en esa época estaba descontinuado porque se había sedimentado. Menos mal que el fondo era de barro de manera que me quedé pegado en el fondo sin ningún daño: mi embarcación tenía un calado de 4 pies y el canal una profundidad de 2 pies y medio.

                  Pero lo positivo del evento es que había una lancha de como 24 pies de una empresa especializada en remolcar embarcaciones deportivas que estaba al aguate no muy lejos. Parece que yo no era el único que se había embancado y el capitán de esa embarcación ya se había acostumbrado a ganarse el pan de cada día sacando a remolque a los que no estaban alerta lo suficientemente para discriminar entre todas las opciones de canales que tenía enfrente de él.

              Lo cierto es que me sacó muy fácilmente y tuve que pagar caro por el error. Aproveché en ese momento de hacerme socio de esa empresa por si me encontraba en algún otro problema más adelante. La verdad es que esa fue mi única dificultad, lo cual me hizo sentirme muy orgulloso al final de mi viaje, aunque con algunos dólares menos.

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                          A consecuencia de ese evento decidí tomar la ruta más fácil pero más larga que se dirigía directamente al sur y hacia la ciudad de Morehead, alrededor de Radio City y luego al norte hacia el Taylor creek donde doblamos al este hasta llegar a la marina Municipal. En esta zona se encuentra el canal de entrada del océano atlántico a los puertos Beaufort y Morehead.

                     Este canal es uno de los preferidos de los veleristas para salir al atlántico rumbo al Caribe o a otros puertos al sur de Florida.  Antes de acercarnos a la marina re-chequeamos la tabla de mareas pues las corrientes en el canal Taylor Creek, donde esta se encuentra, son rápidas. Afortunadamente llegamos cuando la marea estaba alta y detenida por lo que no había corriente.

ICW BEAUFORT MARINA 3            La marina municipal del puerto nos asignó un slip donde nos acomodamos fácilmente. Eran las 14:45. Habíamos navegado 5 horas y 28 minutos. Llegamos con sol. Para nosotros era un buen día. Teníamos toda la tarde para descansar, arreglar la embarcación, atender las necesidades de la Roberta Julia, comprar provisiones, conversar con los otros capitanes y sus tripulaciones, recorrer el pueblo, tomarnos unos tragos, preparar una cena y aprontarnos para una buena dormida.

             Como era noviembre los días eran más cortos y a medida que íbamos avanzando hacia el sur más fríos en las tardes. Pero cuando había puestas de sol estas eran espectaculares por su claridad.

              Por su parte la Roberta Julia estaba toda excitada mirando a través de las ventanas a los perros que las tripulaciones paseaban por los muelles. La pobre había dormido casi todo el viaje, aburrida y constreñida a correr a toda velocidad dentro del limitado espacio interior de nuestro bote.

               Después de amarrarnos fuimos a hablar con el contramaestre a cargo de la marina para pagar, recoger información turística del pueblo y de los servicios que presta la marina y conocer sus reglamentos. Allí encontramos a dos parejas que habíamos conocido en Herrington Harbor Marina, en Maryland, quienes estaban zarpando al sur al día siguiente y que por lo tanto iban uno o dos días adelante de nosotros.

                  Charlamos con ellos por un largo rato acerca de su viaje hasta ese puerto, los lugares que habían visitado y si habían tenido problemas. En esta forma los que recorren la ICW obtienen información de último minuto acerca de las condiciones de navegación de esta ruta tanto hacia el norte como hacia el sur.

                 Finalmente decidimos continuar con nuestras labores las cuales incluían revisar todas las conexiones de la embarcación a tierra: agua potable y presión, electricidad de 30 y 50 amperes, estado de las baterías, niveles de diésel, aceite y agua en los motores, abrir el gas licuado, chequear las líneas que hacen firme la embarcación al slip, escuchar el informe del tiempo, preparar todo para la cena más tarde, tomar una ducha, preparar la ropa que íbamos a llevar a las lavadoras y secadoras de la marina etc.Diagrama de la marina municipal de Beaufort

               Nuestro plan era quedarnos por tres días completos en Beaufort, visitar el excelente museo marítimo y su centro de construcción de embarcaciones de madera y dar una gran caminata en la parte comercial del pueblo. Recoger información turística y náutica era también un objetivo pues tenía la intención de escribir acerca de la experiencia de este viaje desde el primer momento en que empecé a planearlo, aun cuando todavía estaba en la categoría de una fantasía o sueño.

15 de noviembre de 1997. Sábado.  Comenzamos el día a las 07:37. Luego de un desayuno moderado caminamos por la marina y alrededores para luego volver a nuestro bote. A esa hora estaban las tripulaciones de los botes vecinos tomando café y conversando en grupo en el muelle. A esa hora se comenta sobre planes de navegación para ese día y los siguientes.

                Todos arropados, pues estábamos en noviembre y durante la noche la temperatura bajaba bastante. Como esa mañana había sol todos estábamos están iluminados y destellando los colores de las parcas y sweaters con el sol del este. A media mañana decidimos caminar por la calle enfrente de la marina para vitrinear e identificar donde se encontraba la tienda de lavadoras y secadoras automáticas que usaríamos más tarde.

ICW BEAUFORT CITY   Además, queríamos recoger el correo en la oficina postal que se encontraba por allí cerca. Habíamos arreglado con nuestra vecina (Teresa) que recogiera el correo todos los días en nuestra casa y lo mandara a diversos pueblos a lo largo del camino.sta operación de correo salió muy bien durante toda nuestra travesía. La calle principal en frente de la marina lucía como se ve en la foto.  Luego fuimos a la tienda de artículos náuticos de la marina de Beaufort a comprar unos adaptadores de electricidad en caso de que volviéramos a encontrarnos en una marina sin muchos servicios a botes menores como la de Mayo Company en Hobucken.

               Después de almuerzo (sándwiches de pavo y café) fuimos a lavar la ropa que se nos había acumulado por algunos días de navegación. Dejamos las máquinas funcionando y en un auto que me prestó la marina (un excelente servicio gratuito) fuimos al supermercado que quedaba a unas pocas cuadras. Cuando volvimos nos tomarnos unos conos de helados mientras la ropa terminaba de secarse.

             De vuelta en nuestro bote, a eso de las tres de la tarde, vimos enfrente de nuestro muelle y acollarado en el que da hacia el canal principal, una embarcación grande (70 pies), comercial, que iba a ser destinada a acarrear pasajeros entre Isla Mujeres y Cozumel en México.  El capitán y su tripulación estaban conversando en el muelle. Eran cuatro. Habían venido de México para comprar ese barco y llevarlo al día siguiente a Cozumel. Conversamos por un rato acerca del barco y la navegación que iban hacer. Medios taciturnos pero el capitán se animó a hablar un poco más cuando me dirigí a él en español.

             Luego de visitarlos volvimos a nuestra embarcación y nos sentamos en el puente a descansar y admirar el paisaje marino alrededor de nosotros. Al poco rato vimos llegar un trawler Gran Bank de 42 pies, hermoso, blanco, perfecto.  Se deslizó suavemente enfrente de nosotros en dirección a un slip cerca de la pared de retención de la marina. Al llegar frente del slip hizo una maniobra perfecta para recular dentro del slip y dejar la embarcación detenida, flotando, sin tocar ningún poste ni tampoco el muelle detrás de la popa.

            Una tripulante había puesto las amarras de proa en los postes y el capitán se encontraba en esos momentos haciendo las amarras de popa ayudado por el contramaestre que los estaba esperando en el slip. Rápidamente su capitán revisó todas las amarras y volvió al puente donde se juntó con los otros dos tripulantes y apagaron los motores.  Enseguida bajaron a la cabina y desaparecieron.  Maniobra de exposición, perfecta. Nos dejó a todos lo que los estábamos observando con la boca abierta. Daban ganas de aplaudir.

             Bajamos del puente, deslumbrados por esa maniobra, para preparar la cena. Mientras yo preparaba la mesa, peleando espacios con la Roberta Julia, Bárbara comenzó a preparar un estofado de carne que siempre le queda de primera. Carne, cebollas, zanahorias y apio todo cocido a fuego lento, con sal, pimienta y aceite de oliva, soltando un aroma que solo se puede superar con un buen par de copas de cabernet.

               Esa tarde estaba bastante fría de manera que decidimos cerrar el día temprano, acompañados por nuestra música, libros y la Roberta Julia, la cual estirada sobre la mesa se hacia la dormida. Eran momento de escribir notas, barajar planes alternativos de navegación para los días siguientes, chequear el tiempo.

16 de noviembre de 1997. Domingo.  Amaneció muy frío, pero con sol. La corriente era relativamente fuerte y el viento soplaba a 15 nudos.  Despertamos con los motores de varias embarcaciones que habían temprano comenzado a calentarlos. Lentamente comenzamos con las rutinas del día. Después del desayuno salimos a tomarnos un café y chequear las amarras del Manatee y las actividades que estaban comenzando en la marina.

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         De repente vimos que el trawler GB 42 que la tarde anterior había llegado y parqueado tan magníficamente estaba comenzado a salir de su slip.  Pero había algo raro. En vez de salir al espacio que lo llevaba hacia afuera de la marina dobló hacia la derecha, hacia la enorme pared al final de la marina.  Como esa pared estaba a muy poca distancia de su slip pensamos que iba a salir retrocediendo. Sin embargo, hizo una maniobra brusca que lo llevó casi a chocar con la pared, pero se detuvo a tiempo.

            Todos comenzamos a observar esta situación con sorpresa y asombro. En seguida hizo marcha atrás pero también en forma brusca y a gran velocidad lo que lo llevó a chocar con los postes de los slips y echar abajo uno de los muelles.  Allí paró y como el bote se movió con la corriente al centro del canal pudo salir marcha atrás hacia el canal principal afuera de la marina.  Afortunadamente no iba pasando ninguna embarcación en ese momento.

            A todo esto, llegó corriendo el contramaestre y desde nuestro slip comenzó a gritarle para que se viniera a acoderar en el slip al lado nuestro, lo que hizo con gran dificultad. Enrabiado el contramaestre le pidió a la persona que estaba manejando la embarcación sus documentos y los seguros que tenía para pagar todos los destrozos. Menos mal que no hubo daños a otros barcos o personas. De más está decir que todas las embarcaciones deportivas que estaban en esa enorme marina eran de gran valor, entre ella la nuestra que creo se salvó por un pelo.

             ICW BEAUFORT MUSEUMDespués de almuerzo, cuando todos suponíamos estuvieran más calmados nos acercamos a ese troller y golpeamos el casco para saludar y ofrecer nuestra ayuda. Salió una buenamoza señora de alrededor de 40 años, muy preocupada a la cual le comunicamos nuestros propósitos. Nos invitó a subir a bordo a tomar unos tragos.  El GB 42 tienen una hermosa y amplia cabina en la cual sentado a la mesa estaba el  capitán que había hecho todos los estragos.

            Resultó ser que esa pareja había decidido tomar un año de vacaciones después que el marido había tenido una delicada operación al corazón. Habían comprado el trawler en Massachussets y contratado un capitán para que les enseñara a manejarlo durante el viaje a Florida donde pensaban quedarse por un largo tiempo recorriendo la costa.

            Al llegar a Beaufort el día anterior fue el capitán contratado el que hizo la estupenda entrada y parqueo. Como los dueños de la embarcación (un matrimonio) se sentían con suficiente confianza para continuar navegando por ellos mismos, terminaron el contrato con el capitán profesional de manera que este los dejó bien instalados en la marina y esa misma noche retornó al norte. Al día siguiente los dueños decidieron continuar el viaje, pero se encontraron con que no estaban lo suficiente preparados para hacerlo. No tenían suficiente práctica para entrar y salir de marinas con espacios constreñidos, corrientes y ventoleras.

  ICW BEAUFORT MUSEUM 2Lo más extraordinario es que tenían una enorme práctica como navegantes. Eran dueño de un velero de 45 pies con el cual habían navegado a Europa y vuelto. Pensaron que iba a ser muy fácil para ellos hacer la transición de un velero a un barco a motor (dos) enormemente pesado, con mucha inercia y mucha superestructura.

Luego de tomarnos algunos vasos de vino los dejamos para que se recuperaran y comenzaran hacer el papeleo de los seguros, contratar otro capitán y mover el barco a otro slip. Al día siguiente se fueron a media mañana cuando nosotros estábamos visitando el museo y el centro de construcción naval. Lamentamos no estar allí para despedirnos.

17 de noviembre de 1997. Lunes. Amaneció con sol, pero muy frío. Temprano en la mañana nos encontramos con nuestros vecinos quienes se estaban aprontando para levantar anclas y seguir al sur. El día anterior habíamos estado conversando acerca de nuestros planes de navegación. El vecino del velero nos contó un poco su historia como navegante. La verdad, nos dijo, yo siempre había tenido el deseo de navegar en un velero. A comienzos de este año, continuó, con mi novia decidimos comprar uno y lanzarnos a la aventura. Nuestro plan es llegar al sur de Florida y continuar por el Caribe hasta alcanzar Brasil y remontar el rio amazonas.  Un ambicioso plan le comenté al mismo tiempo que le preguntaba cuál era su experiencia navegando un velero de 32 pies.

La respuesta nos dejó helado a todos los que estábamos escuchando, inclusive el capitán de barco a motor con el cual habían estado navegando juntos desde Maryland y planeaban seguir juntos hasta Florida.

ICW BEAUFORT BOAT BUILDING CENTERNos dijo con mucha serenidad que tenían muy poca experiencia de navegación. Ellos eran canadienses y en su ciudad tenían un taller de venta y reparación de motocicletas. Nos aseguró que era un experto mecánico.  Había vendido el taller para comprar el velero y la experiencia que estaban teniendo navegando hacia el sur era la única que     podían considerar valiosa para su aventura.

         Me parecía que sus conocimientos de navegación eran escasos incluso para navegar dentro de la ICW y más aún para hacerlo en el Caribe y luego en el atlántico para llegar a la desembocadura del rio amazonas.

         ICW BEAUFORT BOATBUILDING MUSEUM 5Su velero tenía un calado de 6 pies, de por si muy profundo para la propia ICW. Su compañero de viaje me decía que varias veces tuvieron que sacarlo de los fondos donde se había embancado.  Mirando la forma como estaban las velas aseguradas a la botavara y el foque arremangado en la proa, comencé a darme cuenta de lo poco que sabían de los elementos básicos de marinería para manejar una embarcación a vela. Lo que se confirmaba observando las amarras, la forma como estaba dispuesta toda la cordelería, la cantidad de cajas de plástico y heladeras que levaban en cubierta, incluso dos balones de gas licuado, todo nos hacía pensar que esta aventura iba terminar en no muy buena forma o iba a terminar en unos días más en la ICW.

Nos quedamos en el muelle observando como salían de su slip. El velero salió chocando la proa del velero que estaba en slip del lado. Afortunadamente no había nadie en esa embarcación ni tampoco daños. Lentamente el velero comenzó alejarse con el barco a motor siguiéndolo de cerca. El capitán de este último lo había conocido en una marina en el norte, creo que New Jersey, y habían decidido seguir navegando juntos y con otras tres embarcaciones a motor, las cuales los habían abandonado en la bahía de Chesapeake en atención al bajo andar que tenía el velero.

Solo el alma caritativa del barco a motor que lo acompañaba en esos momentos creo que le daba a los veleristas estimulo suficiente para seguir adelante.  Los vimos alejarse hasta perderlos de vista en unos minutos más. Unos días después los vimos en la ICW.

El barco a motor estaba remolcando el velero hacia una marina. Les hicimos señas para saludarlos y seguimos nuestro viaje. Después de ese encuentro, nunca más supimos de ellos aun cuando preguntamos en diversos lugares acerca de los dos.

A media mañana fuimos a visitar el museo marítimo. Es uno de los mejores de USA. Dedicado, obviamente, a la preservación e interpretación de la historia marítima de Carolina del Norte.  Nos quedamos un par de horas recorriendo sus exhibiciones de flora y fauna marítima, modelos de embarcaciones típicas de la zona, en especial las de pesca comercial y artesanal, y la relacionada con la historia del Servicio de Salvavidas y los faros.

Lo que más nos impresionó al entrar fue su interior hecho todo de madera, hermoso, limpio, elegante.  Este museo tiene un buen lugar donde comprar cartas náuticas, libros, revistas, regalos, modelos etc. Al igual que la marina tiene un servicio de gran valor para los que llegan por barco: prestan gratuitamente un auto para al supermercado o hacer otras diligencias como ir al banco, al dentista, correo, etc.

            Luego cruzamos al frente de la calle para entrar al Centro de Construcción Naval del museo.  Este es un lugar de construcción, restauración y mantenimiento de embarcaciones tradicionales de madera.  Además, dan sobre el tema a estudiantes de todas las edades. Nos impresionó la calidad de los trabajos que se estaban haciendo, las herramientas tradicionales y modernas que disponían, y el orden casi perfecto con que se trabajaba. El centro tiene una salida hacia el riachuelo para lanzar las embarcaciones al agua.

Curiosamente años después en Sarasota, Florida, tuve la ocasión de conocer al maestro carpintero a cargo de este centro. Él se había retirado en Sarasota y ofrecido sus servicios voluntarios al Comité Marítimo de una institución histórica sin fines de lucro de esta ciudad que en esos momentos tenía un activo grupo de voluntarios que mantenía y restauraba las embarcaciones de esa institución y ahora estaba en la etapa de construcción de embarcaciones tradicionales de esa parte de Florida.  Vino a reemplazar al maestro carpintero de este grupo que había fallecido meses antes. Este último fue una bellísima persona apreciado y respetado por todos.

En la tarde fuimos a ducharnos a la marina, avisar que estábamos zarpando el próximo día en la mañana, indagar sobre nuestra cuenta y averiguar sobre las condiciones de la ICW hacia el sur. Los contramaestres siempre tienen información actualizada sobre la ICW proveniente de embarcaciones transeúntes. Como teníamos tiempo decidímos sacar Manatee del slip y llevarlo a la estación de servicio para hacer diésel y llenar los estanques de agua.  Hacia la puesta de sol y al calor de unos vinitos revisamos nuestra ruta para el día siguiente. La Roberta Julia se había portado muy bien de manera que decidimos darle durante la cena algunas golosinas especiales.

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